lunes, 8 de septiembre de 2008

LLEGARON EN CALESAS

Peralta, 7 de septiembre, de 2008

Bucaré / Diego Ramos; Diego Vega; Paco Gallego

Buen tiempo, día grande, la patrona por las calles del pueblo y los prolegómenos de la tarde auguraban un éxito seguro a la novillada. Una gran novillada encerrada. Presentación de lujo; “zuperió”. Los promotores sacaban pecho y para aumentar la expectación, incluso, la ocurrencia de algún otro “fenómeno” hizo poner calesa a los tres novilleros, pasearlos con solemnidad por las calles de Peralta, desde el hotel hasta el coso. Así, de esta manera, con calesas, Peralta comenzaba el relanzamiento de su feria.

Los aficionados disfrutaron de las buenas cualidades que sacaron los santacolomas: raza, casta y nobleza, que galopaban con muy buen son cuando se les daba distancia, que fueron vilmente masacrados en varas, lidiados y banderilleados de manera injusta y cruel a veces, por parte de las vergonzantes cuadrillas que tuvieron delante. La novillada hubiese pasado sin historia de no ser por la devolución del segundo y cuarto de la tarde. Una tarde que comenzó, en lo que al festejo se refiere, con dos toros sosotes, en apariencia, que embistieron con la cara alta, a su aire, pero repitiendo hasta que los dejaban marchar. A partir del tercero la novillada comenzó a despegar con cuatro novillos de categoría superior, de los que las cuadrillas y los novilleros no quisieron saber absolutamente nada.

Diego Ramos estuvo desconfiado, perfilero unas veces, fuera de cacho las más, haciendo uso excesivo del pico de la muleta. Su segundo, el cuarto de la tarde, tomó dos puyazos en regla empujando con los riñones para dar paso a un infame e injurioso tercio de banderillas. La faena de muleta la plantea en las cercanías, donde el novillo hace caso omiso del engaño. Pide distancia y cuando el novillero se equivoca y se la da, el novillo descubre un galope señorial y noble, de novillo bravo que es. Sainete con la espada, tres avisos y al corral.

Diego Vega abrió su lote escuchando tres avisos, y demostrando estar incapacitado para ponerse delante de un novillo. Con el quinto abrevió, pensando sin duda, que también se lo podían devolver a los corrales.

Cerraba el cartel un tal Paco Gallego que anduvo bailarín, desconfiado y sin oficio con el mejor lote de la novillada. En el sexto de la tarde la cuadrilla dio todo un recital de incapacidad y poca profesionalidad durante toda la lidia, cabreando al público con toda la justicia. La presidencia cambió el tercio con dos banderillas en lo “alto”.

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